A pesar de que su calidad ha ido en aumento, las sidras nacionales no son, precisamente, productos de excelencia. Sin embargo, éstas realmente valen la pena.
A tres pesos, como quiere el Guillermo Moreno, no se pagan ni las manzanas que hacen falta para hacer una buena sidra. Y ojo, que las sidras nacionales no son precisamente productos caros y de excelencia. Por el contrario: se trata más bien de un nicho de consumo en el que la calidad de la bebida ha ido lentamente en aumento, pero que suele estar entre mala y regular.
Una cata de sidras es hoy como subirte a un tren fantasma: sabés que te vas a sorprender, pero con un miedo de plástico, ya que salvo unas muy, pero muy pocas marcas, las sidras nacionales son una pesadilla de aromas y sabores funestos.
Pero están las ricas, el puñado de las que valen la pena y esas son las que te recomendamos probar. Y esas serán nuestras recomendadas para la cena de Navidad y Año Nuevo.
Sidra Tunayán ($6,50)
Resulta sorpresivamente agradable y, por el precio que se paga, diríamos que es una verdadera ganga made in Mendoza. Es verdad, no recuerda a un manzanar en pleno monte, pero sí tiene un definido y refrescante perfume frutal, que luego remata una boca corta y dulce. Es ideal para los que estén cortos de presupuesto. Pero si querés mejores productos, buscá más abajo.
La Farruca ($7,50)
Es lo que se dice un producto aceptable. Con un sobrio aroma de manzanas rojas, tiene un ataque dulce y el paso más bien corto, pero cumplidor. El sabor final no es precisamente de manzanas frescas, pero bien fría y dándole mecha a unas cañitas voladoras, puede ser parte del festejo. No hay garantía sobre el día después.
Cortesía Plata ($9)
Atento con esta sidra los que son de la tierra adentro. Se consigue en el oeste del país sin dificultades y, en relación precio calidad, es por lejos la más completa en el rango de los 10 pesos. De una aroma evidente de manzanas, es fragante y con el paso burbujeante y dulce típico de las sidras locales. Con un plus: su rica acidez.
Gran Sidra Real ($12)
Es la que marca el pulso de este fin de año. Con una intensa campaña por un brindis “real”, esta sidra se propone como la reinventora de los consumos populares: en vaso grande de vidrio grueso, con mucho hielo y al brindis. Desde el punto de vista gustativo es un producto agradable, con una boca dulce –aunque menos que el promedio– y sabrosa que despliega una espuma cordial. A su favor tiene además su amplia y completa cobertura, que hará que la puedas conseguir en cualquier lado.
Los Amaya ($27)
Se cuenta entre las sidras que reinventaron el producto en nuestro país. Hasta su lanzamiento (2008), el escenario era bastante pobre y flojo. Pero Los Amaya redespertó el gusto por la buena sidra y no para de cosechar adeptos. Elaborada en Mendoza con fruta de primera –eso explica el precio–, es rica en aromas que recuerdan a la mordida de una manzana jugosa, ataca con una dulzura justa y luego gana la boca con frescura elegante y burbujas finas y persistentes. Si querés quedar bien y sorprender en la cena de Navidad, este es tu producto.
Gran Sidra Saenz Briones 1888 ($28)
De partida, el corcho es el típico de una champaña (y ojo, porque puede costar que salga) y viene en una botella satinada. Huele sobria –con algunas notas frutales y de panificados– pero sobre todo es fresca y de una dulzura moderada al paladar, donde despliega sostenidas y buenas burbujas. Para los que puedan darse un gusto sidrero en estas fiestas, es una de las mejores opciones del mercado.
Por Joaquín Hidalgo
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