lunes, 20 de enero de 2014

PRESERVEMOS LOS ADOQUINES

Por MARÍA SOLA * - ESPECIAL PARA ARQ -
La autora da cuenta de razones históricas, ligadas a la identidad y la memoria de las ciudades, para conservar las piezas del empedrado porteño.
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A partir de un análisis bienintencionado pero superficial, con la excusa de la prioridad del peatón o en pos de mejorar el acceso a personas con movilidad restringida, se ha presentado como indispensable demoler veredas estrechas, cordones de granito o adoquines de fin del XIX y comienzos del XX en sitios históricos de la Ciudad. También, eliminar las tapas de registro de hierro fundido, las bocas de tormenta y los imbornales (rejas de hierro fundido que se encuentran en el cordón de la vereda para las aguas de lluvia). Son rastros de la historia, que dicen quiénes somos y de dónde venimos. Pequeños tesoros que algunos se llevan como curiosidades. Muchas ciudades protegen estos elementos que parecen insignificantes. Y no estamos hablando sólo de Europa. Nueva York tiene protegidos 30 mil bienes, entre elementos de pequeña escala como las tomas de agua para los bomberos.
¿Qué diferencia hay entre un adoquín nuevo y uno viejo? Los mampuestos antiguos de piedra eran extraídos y cortados a mano. Los nuevos son maquinados y tienen el espesor de una baldosa. Pero los otros tienen una historia que contar. ¿Con qué tradición cuentan los adoquines? La palabra “adoquín” es de origen árabe y define a una piedra prismática de forma normalizada de cara cuadrada o rectangular. Los árabes ingresaron a Europa en el siglo VIII, pero los pavimentos de piedra se difundieron en occidente a comienzos del primer milenio, cuando los romanos dominaban ambas costas del Mediterráneo y parte de la Europa nórdica. ¿Porqué hay adoquines en Buenos Aires? Antes de la Independencia, Buenos Aires ya tenía lazos comerciales con Francia e Inglaterra. Después de la Revolución de Mayo, el Río de la Plata se alejó aún más de la tradición española y siguió las pautas del Neoclasicismo, cuyo mayor exponente fue la Francia napoleónica. Más tarde tomó las pautas del Historicismo académico y, sobre todo, a fin del siglo XIX, en tiempos del irónico dicho de “capital inglés, cultura francesa y brazo italiano” hubo una fuerte influencia en nuestras ciudades de las reformas que el Barón de Hausmann impulsó en París. Un París que incorporó también la vereda y calzada como características modernas y que los franceses se cuidan muy bien de respetar.
En Buenos Aires no hay canteras de piedra. Los adoquines llegaron en los barcos cuando Argentina se convirtió en exportador de granos y carnes saladas. Tal vez nuestros primeros adoquines fueron picados por los presos en las Islas Británicas. Su valor histórico y documental es incalculable. Más tarde se utilizó el granito de Tandil y Olavarría o el de la Banda Oriental.
¿Porqué las ciudades europeas tienen peatonales enrasadas con bolardos? Muchas de las ciudades peatonales de Europa son de origen medieval. Respondían a la tradición aldeana de los pueblos nórdicos que invadieron Europa a comienzos del primer milenio. Estas ciudades amuralladas no tenían cordones cunetas en las calles porque no era tradición entre los nórdicos. Hoy nos parecen bellas. Y lo son. Sin embargo, albergaron un estilo de vida hacinado que hoy sería el infierno y que casi acaba con la población de Europa debido a las pestes. Las Leyes de Indias dejaron claro que las ciudades americanas serían ordenadas, en damero, abiertas y limpias, de modo tal que la vida en ellas fuera saludable y militarmente manejable. Somos americanos y, como tales, nuestras ciudades reciben tradiciones e influencias indígenas en los lugares en donde los aborígenes tuvieron asentamientos urbanos importantes. Pero fundamentalmente las Leyes de Indias son renacentistas y se inspiraron en la tradición grecorromana. La última pregunta que debemos hacernos es si a los turistas y a los vecinos les gustan los falsos adoquines y los enrasados.
¿Importa la historia? Puede haber un área de la ciudad de renovación pero en los APH el sólo hecho de que nos estemos preguntando esto es muy grave. Nuestra profesión se precia de haber cultivado la más alta inteligencia y de haber honrado a las ciencias y el saber desde los orígenes de la civilización. La proliferación de expertos ficticios o inescrupulosos está acorralando la conservación del patrimonio en manos equivocadas. Tan equivocadas que, en vez de fomentar el conocimiento y el disfrute de la historia, crea el prejuicio de que un arquitecto debe desentenderse de la historia de la arquitectura, que para eso están los “expertos”. Eso es tan salvaje como promover que un artista deba desentenderse de la historia del arte. Un ejemplo: En la plaza principal de Salta hay adoquines de pórfido de la Patagonia y enrasados y bolardos. Se cortó brutalmente con 420 años de laja salteña de arenisca cuarcítica sobre la cual está fundada la ciudad, las iglesias, las casas y las veredas. Nunca llegaron los adoquines porteños a esa plaza que alberga en torno un conjunto de edificios historicistas neocoloniales y que a lo sumo tuvo un empedrado de guijarros medianos a fin del XIX. ¡A los turistas les encantan los adoquines y enrasados! Parecen históricos, pero se trata de un “falso histórico”.
Ese es el fenómeno que se llama disneyficación y que consiste en agregar relatos históricos ficticios a un lugar. Un signo alarmante de ignorancia.






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